jueves, 27 de noviembre de 2014

Una Mujer Afortunada

 

 Había una vez una mujer que tuvo la buena suerte de heredar una considerable cantidad de oro, fortuna esta que acrecentó con su esfuerzo. Para mayor dicha,  a su cuidado había una serie de tarros labrados todos distintos de un valor incalculable.
 La mujer,  agradecida con su suerte,  decidió combinar dichas riquezas, así cada día que pasaba introducía una moneda de oro en todos y cada uno de los tarros, tarros a los que cuidaba con esmero por lo sutil de su delicadeza. Ella sabía que dichas joyas eran lámparas que una vez llenas de oro serían  lámparas mágicas, pues de ellas surgiría un genio, un verdadero, gigantesco y poderoso Mago de oro llamado Amor, Auténtico Amor, Querer, Voluntad.
Tenía esta mujer un terrible enemigo. Eran los dueños del sintético Amor. Un invento creado por ellos para utilizar a su antojo dichos maravillosos tarros como si no tuviesen ningún valor. Hecho por el cual se negaban a llenarlos de oro para así,  evitando fuesen lámparas mágicas,  imposibilitar surgiese de ellas el Mago Real, el Verdadero Amor, la Auténtica Libertad,  ya que ello significaba el final de su Voluntad de impartir la Injusticia de negar la legítima riqueza a cada tarro. Herencia esta a la que tenían tanto derecho legítimo como dicha mujer, mujer que lo era por Justa, razón por la cual les daba su misma cantidad de caudal.


 Esos magníficos tarros son los sacros cuerpos humanos. El oro está claro es el conocimiento, un saber que nos permite Ver, Visión que hacen modo y manera de cegarnos negándonos dicho conocimiento de variopinta información cultural pasada y presente.

La lujosa belleza de las lámparas, tarros naturales :





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