viernes, 10 de octubre de 2014

Un diminuto guión

 En la tribu el número de muertos y heridos crecía de manera imparable. La empalizada era demasiado endeble para resistir a la horda bárbara que incesablemente les atacaba, haciendo uso de todo tipo de armas.
 En la choza el consejo dilucidaba que hacer. La decisión fue morir matando al enemigo de la tribu, a su enemigo. De esa forma librarían a su tribu de ellos, los enemigos de su vida y su salud.
- ! Nosotros no tenemos armas ! ¿ Cómo lo haremos ?
- ! Con la misma espada con que han atacado esta última vez !

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 Eloisa queda perpleja cuando al entrar en la cocina descubre a su madre chupando billetes. Uno a uno va pasando su húmeda lengua sobre billetes de 10 euros.
- ¿ Mamá te ha subido la fiebre ? A mi no. Sigo con 37´2
- No, hija. Quiero que vengas conmigo a pagar la deuda que tenemos con el banco. Lo estoy preparando para dárselo en mano al director.
- Jo. No me digas que he de ir a acompañarte a ver al hijo puta ese.
- Sí, cariño. Quiero que vengas conmigo. Será la última vez que le veamos.
- Mamá ¿ Pero es el último pago a hacer ?
- Si, cariño. Esta es la última vez que vamos a verle la cara.

  Miguel sentado en el borde de la cama deja caer sus brazos hasta que los dedos rozan el mosaico. Le pesan como nunca antes le habían pesado. No piensa. No quiere pensar más cuando da un salto y se incorpora y dirige al ordenador.
- Taec. Taec. Taec
 Comienza a escribir en el pequeño sobrecito que indica los mensajes secretos.
- Marca 37 Comienzo el recorrido Te diré que por las ganas me iría a follar con Diana, pero no es cuestión. Ella está bien y no es nuestra enemiga,  así que me voy directo a ver a un hijo puta OPUS que conozco Le enrollaré para que me escuche un buen rato. De allí me daré un garbeo por un par de organismos oficiales. Ya sabes.
 Dicho y hecho.
- ¿ Cómo te va Raul ? Mira, contigo quería yo hablar sobre un negocio que tengo entre manos. Te hace tomar algo y que hablemos del tema.
Raul, para el cual oler posible dinero lo es todo, con los ojos y oídos multiplicados por dos asiente gustoso a pesar de los continuos y molestos estornudos de Miguel y esa manía que parece haber cogido de sobar . Al despedirse incluso le da un par de húmedos besos en la mejilla que le repugnan, asco que contiene ante el negocio que ve caer gratuitamente en sus manos.
 Miguel prosigue su camino hacía ese punto en que miran los leones de piedra. Ya de regreso se tropieza con una gran furgoneta negra y se dirige hacia ella con celeridad.
- Disculpen. No me siento nada bien - Dicho esto cae desfallecido en los fornidos brazos del antidisturbios que evita se de un trastazo contra la dura acera. Una vez reanimado.
- ¿ Qué le ocurre ? ¿ Padece de algo ? - Interrogantes él y sus compañeros.
- No lo sé aún. Me dirigía al hospital a realizar unas pruebas. Por si acaso tengo alguna enfermedad contagiosa de esas que pululan por aquí asesinando igual que espadas.
 Gines escupe sangre en todo un arsenal de pañuelos de papel y vestido estilo Fred Astaire  se dirige hacia el edificio de La Bolsa. Mueve el bastón de puño en madera labrada al observar a los corredores uno a uno.

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